Espacio vital
El espacio que rodea a una persona influye directamente en la calidad de su interacción con los demás. Cada persona tiene una zona corporal definida, un territorio, un espacio personal que está condicionado por su entorno cultural y que protege a toda costa, reaccionando si lo siente invadido.
Al nacer, nuestros padres nos adjudican un territorio personal que se circunscribe a nuestra cuna y a medida que crecemos nuestro territorio personal se va ampliando, expandiendo sus límites y superponiéndose con territorios privados de otros miembros de la familia; es ahí cuando comienza nuestro aprendizaje de lo que supone respetar límites ajenos. La definición de estos límites dependerá directamente de la cultura en la que se está desarrollando, variando sustancialmente de cultura en cultura.
El Dr. E.T. Hall, antropólogo estadounidense de principios del siglo XX, fue el primero en identificar el concepto de proxémica, o espacios interpersonales. Si nos hemos fijado en una aglomeración de gente, por más apiñadas que se hallen, las personas mantienen a su alrededor un área inviolable que tratan de conservar. El Dr. Hall describió en su obra The Hidden Dimension las dimensiones que de forma subjetiva rodean al individuo y las distancias físicas que uno trata de mantener con los demás, dependiendo de la cultura en la que se desenvuelva. Dividió las necesidades territoriales del individuo en dos tipos de espacios (fijos y semifijos) y en cuatro zonas principales: distancia íntima, personal, social y pública, las cuales crecen a medida que la intimidad decrece.
El Espacio fijo se refiere a aquél delimitado por estructuras físicas (edificios, fronteras, calles, muros, etc…) mientras que el Espacio semifijo, también conocido como espacio personal, se refiere a aquél que existe alrededor del cuerpo y que depende del entorno cultural en el que uno se encuentra. La invasión de este espacio, ya sea de forma física (rozando el cuerpo de otro en una aglomeración, por ejemplo) o con la simple intención (por ejemplo mirando fijamente a los ojos) se considera una violación del territorio.
La Distancia íntima, comprendida entre los 15 y los 45 centímetros, corresponde al espacio vital que más celosamente guardamos y al que únicamente invitamos a aquéllos con los que tenemos algún vínculo emocional.
A su vez, la distancia íntima podría subdividirse en íntima-cercana, es decir, de contacto real o íntima-lejana que correspondería a una distancia entre 15 a 45 cm. La fase íntima-cercana corresponde a hacer el amor, al trato de amistades muy íntimas que reciben nuestras caricias y abrazos y a los niños que van tomados de la mano de sus padres o de otros niños. Cuando uno se encuentra a una distancia íntima-lejana todavía esta lo bastante cerca como para tocarse o cogerse de las manos.
La Distancia personal se situaría entre los 46 y 120 centímetros (que se considera el límite de la dominación física) y se daría en la oficina, fiestas o reuniones amistosas. A estas distancias ya no es posible tocar cómodamente al interlocutor, pero la distancia es tan cercana como para mantener una conversación.
La Distancia social se sitúa entre los 120 y los 360 centímetros y corresponde a la separación que guardamos con quienes no tenemos ninguna relación amistosa, con desconocidos con los que eventualmente interaccionamos: un camarero, un vendedor, etc.
La Distancia pública corresponde a una distancia superior a 360 centímetros y es la que se establece en la interacción con un grupo.
Mientras que en las culturas latinoamericanas esas distancias relativas son aun menores, ya que la gente tiende a sentirse cómoda cerca de los demás, en las culturas nórdicas y orientales es todo lo contrario. Darse cuenta y reconocer estas diferencias culturales mejoran el entendimiento y ayudan a eliminar la incomodidad que la gente puede sentir si la distancia interpersonal es demasiado grande o muy corta para el entorno en el que se encuentre. Adicionalmente, las distancias personales también dependen de la situación social, el género y la preferencia individual.
No se sabe con exactitud cuánto espacio necesita cada persona, ya que es una especie de aura que se expande y se contrae constantemente dependiendo de la situación a la que se enfrente o de quién sea el interlocutor o la persona con la que esta interaccionando, pero lo importante es ser consciente de la importancia de ese espacio para respetarlo y para entender los cambios de conducta que se producen en el individuo cuando éste lo siente invadido.
Paloma Hornos