Aprendamos a hablar el idioma
de las emociones
Es imprescindible aprender a hablar con nuestros hijos el idioma de las emociones, ya que es el que ellos mejor entienden.
Enseñémosles a comunicarse de corazón a corazón.
Emplear con nuestros hijos la ironía, prohibir, castigarles, mostrar una actitud sobre-protectora e invalidante, gritar o insultar son actitudes que mantenemos con ellos, sin pararnos a pensar que son precisamente las mismas actitudes que nos duele a nosotros recibir como adultos. Utilizamos todas esas “herramientas” con la mejor de las intenciones, que no es otra que la de educar a nuestros hijos, aunque además de educar estemos generando en ellos una serie de creencias que les limitarán: “…no hago nada bien, necesito a mi padre para hacer las cosas, no soy capaz, no merezco atención….”
Infinidad de comportamientos y actitudes de nuestros hijos tienen explicación cuando nos damos cuenta de la forma en la que nosotros, los adultos, nos comunicamos en el hogar. Tendemos a utilizar una comunicación poco asertiva, apenas empática y escasamente comprensiva con las necesidades emocionales de los otros miembros de la familia, de la pareja, de nuestras amistades…. Incluso de nosotros mismos! Nos convertimos en nuestros críticos más feroces y en nuestros superiores más exigentes, tratándonos con poca caridad y benevolencia; si lo hacemos así con nosotros mismos… ¿Cómo podemos hacerlo de otro modo con los demás?
Las emociones son un bien, un preciado capital
…y como tal puede ser
Como adultos deseamos tener una economía saneada que nos permita iniciar proyectos y cumplir sueños. A nuestros hijos les pasa lo mismo, solo que en su cuenta no hay dinero, sino emociones que les ayudan a, poco a poco, desarrollar su autoimagen, valoración, empatía, seguridad en sí mismos, autoestima, coraje. Todos los ingresos o salidas “de capital” dependen exclusivamente de nosotros, sus padres.
Como adultos encargados de velar por su bienestar a todos los niveles, nuestra misión es ayudarles a que tengan su cuenta corriente emocional rebosante y saneada. Cuando salgan al mundo, ellos serán los encargados de mantener un saldo adecuado, pero mientras estén a nuestro cargo no olvidemos hacer cada día un ingreso de al menos 4 frases positivas, como alguna de estas que os sugiero.
Cultivemos su autoestima y su identidad:
- Me gusta cómo eres.
- Eres especial
- Te quiero, te quiero, te quiero.
- Me gustas cuando sonríes.
- Me encanta estar contigo.
- Me gusta ver la personita en la que te estás convirtiendo.
- No necesitas compararte con nadie, no hay nadie como tú.
- No podemos ser buenos en todo, cada uno tiene talentos distintos.
Enseñémosles a sentirse validos y competentes:
- ¡Eres fantástico! Mira lo que has conseguido
- Veo que disfrutas mucho haciendo eso.
- Te está saliendo genial: Sigue así.
- Es cierto que puedes mejorarlo. Sigue practicando y seguro que lo conseguirás.
- No me ha gustado lo que has hecho. Estoy seguro de que lo puedes hacer mejor
Fomentemos la comunicación, ayudándoles a tener seguridad en que sus opiniones merecen ser escuchadas:
- No opino lo mismo que tú pero agradezco tu punto de vista
- ¿Tú qué opinas? Me interesa saber tu opinión.
- Esa idea es fantástica
- Yo no lo veo de la misma manera. ¿por qué piensas así?
- Esa es una buenísima observación. Gracias.
- Vaya… esa es una pregunta muy interesante.
Estimulemos actitudes responsables:
- Sé que puedo confiar en ti.
- Me has demostrado ser responsable.
- Equivocarse es bueno, yo también lo hago. Nos enseña a mejorar.
- Esto no te lo permito, pero nunca dudes lo mucho que te quiero.
- Seguro que puedes tomar una decisión: Confía en ti mismo
Fomentemos su espíritu emprendedor:
- Yo estoy seguro de que puedes. ¡Atrévete!
- Ahora que has visto en que te has equivocado, inténtalo de nuevo. Seguro que ahora te resulta más fácil.
- ¡Mira lo lejos que has llegado!
- Seguro que encuentras una solución mejor.
- Inténtalo, no importa si lo consigues o no. Yo también me equivoco.
Apoyemos sus iniciativas y fomentemos la colaboración:
- Gracias por tu ayuda.
- Lo que has hecho ha sido muy importante para mí.
- Yo lo habría hecho de otra forma, pero así está perfecto.
- Tómate tu tiempo para hacerlo.
- ¿me ayudas? Seguro que entre los dos es más fácil.
- Sé que te ha costado mucho esfuerzo por eso te lo agradezco más.
Brene Brown, socióloga y catedrática de la Facultad de Trabajo Social de la
Constantemente nos preguntamos ¿lo estaré haciendo bien?, cuando lo verdaderamente útil para nosotros sería dar a nuestros pensamientos un toque de humildad y preguntarnos: ¿soy el adulto que quiero que sea mi hijo el día de mañana?
Paloma Hornos
Terapeuta de gestión emocional