Los celos, al contrario de lo que sugieren infinidad de obras literarias, canciones o guiones cinematográficos, ni son consecuencia de un gran amor ni indican cuanto se quiere o se necesita o se desea al otro. Precisamente quienes padecen ataques de celos son seres muy centrados en si mismos a los que aterroriza la soledad, con fuerte necesidad de controlar a su pareja como consecuencia de su propia inseguridad.
Los celos son una respuesta compleja a lo que se percibe como una amenaza que se cierne sobre una relación que consideramos valiosa para nosotros. En esta respuesta juegan un papel importante la imaginación y las creencias ya que puede tratarse de una amenaza real o imaginaria, del mismo modo que la propia relación que puede ser real o solo deseada. Se considera una respuesta compleja porque en ella intervienen elementos o componentes tanto internos como externos.
El componente interno lo forman emociones (envidia, rabia dolor, ira, tristeza, miedo, pena o humillación), pensamientos (resentimiento, culpabilidad, autoincriminación o conmiseración) y muy sutiles síntomas físicos como temblores, sudoración, taquicardia, molestias en el vientre, ahogo, insomnio, la gran mayoría a menudo imperceptibles. Por el contrario, el componente externo de los celos, llamado así por ser reflejo exterior de lo que sentimos por dentro, se refiere a comportamientos y actitudes, que pueden ser controladas, como llorar, insultar, ironizar, tomar represalias, acusar, romper la relación o incluso recurrir a la violencia.
Los celos, independientemente de cómo se expresen o como se experimenten, siempre son el resultado de una interacción entre una cierta predisposición y un acontecimiento que los desencadena
La predisposición a los celos depende de la cultura en la que vivamos, unas culturas fomentan los celos, otras los desalientan. Algunos autores consideran que es un sentimiento universal e innato en el género humano. Ralph Linton, uno de los más destacados antropólogos estadounidenses ve una prueba de esta tesis en el hecho de que en las Islas Marquesas, lugar de la Polinesia Francesa donde realizo entorno a 1920 una serie de estudios sobre antropología cultural, donde la libertad sexual es prácticamente total, los indígenas manifiestan sus celos sólo cuando están ebrios; es decir cuando su capacidad de raciocinio se ve disminuida.
En la predisposición a los celos también influye nuestro contexto familiar, ya que es probable que un hombre cuya madre fue infiel o que fuera criado en una familia donde los ataques de celos fueran algo habitual, tenga una predisposición mucho mayor a ellos que un hombre cuyos padres se sentían seguros de su relación.
Nuestro modelo sentimental, nuestro modelo de familia o de pareja se desarrolla en la etapa más temprana de la vida sobre la base de todas las experiencias que tuvimos durante la infancia. Nuestros padres principalmente, y todos adultos involucrados en nuestra educación en general, por la forma en que expresaban su amor hacia nosotros, y el amor que sentían los unos por los otros, influyeron directamente en el desarrollo de nuestro modelo sentimental .
Los rasgos negativos de las personas que nos cuidaron durante nuestra infancia tienen la misma influencia que los positivos y, al igual que estos, se convierten en elementos importantes de nuestro modelo. Estamos acostumbrados a esos rasgos, los vemos normales y cuando los detectamos en el otro sentimos que nos movemos en terreno conocido. Así si crecemos en una familia donde los ataques de celos o la infidelidad son actitudes o comportamientos presentes, esos mismos elementos se convertirán de una forma u otra en un componente importante de nuestro modelo sentimental.
Cuando somos adultos buscamos una persona que se ajuste a nuestro modelo y cuando conocemos una persona así, proyectamos nuestra imagen interna sobre ella. De ahí que, cuando el enamoramiento se acaba, es posible que nos sorprendamos al descubrir que tipo de persona es de la que nos enamoramos, ya que no vimos a la persona en si, sino solamente la proyección de nuestro modelo sentimental.
Aunque la lógica nos haría pensar que una mujer cuyo padre era infiel buscaría para si una pareja de cuya fidelidad no hubiera dudas, por lo general lo que ocurre es que esa mujer se acaba enamorando de personajes parecidos a su padre, no por repetir su trauma infantil, sino porque su subconsciente cree que sólo un hombre que se parece a su padre puede aportarle tanto lo que obtuvo como lo que no obtuvo de él. La paradoja es que ella se casa con un hombre así porque se parece a su padre cuando lo que ella quiere con desesperación es que se comporte de manera diferente a como se comportaba su padre.
En lo más profundo de nuestra psique anidan creencias, deseos, temores y recuerdos traumáticos de los que no somos conscientes. Esas creencias limitadoras permiten explicar conductas que de otro modo sería difícil comprender, como el hecho de que algunas personas permanezcan junto a alguien que les es permanentemente infiel, o que otros por culpa de unos celos injustificados alejen a quien aman entrañablemente. El enfoque psico-dinámico da por supuesto que las personas intervienen de forma activa, pero inconsciente, en la creación de sus circunstancias vitales y sus relaciones amorosas. No podemos alegar mala suerte al hecho de vernos en una relación con un compañero infiel o celoso, ya que fuimos nosotros mismos quienes elegimos ese compañero entre una multitud para que desempeñara precisamente ese papel.
La emoción más fuerte que subyace en los celos, que en resumen es la que los soporta, varia para cada individuo. Mientras que para unos es el temor a ser abandonado, para otros es el desprestigio, o puede ser la traición, o la competitividad. Incluso hay para quien el componente primario es la envidia.
A la hora de definir los celos es importante distinguirlos de la envidia ya que es frecuente confundirlos. Aunque ambos provocan una actitud de alerta vigilante, temerosa, hostil o hipercrítica, celos y envidia son psicológicamente muy diferentes. En términos generales, la envidia involucra a dos personas, una de ellas posee algo que la otra desea y además la segunda no quiere que la primera lo tenga. Por el contrario, en el escenario de los celos hay tres personajes: el celoso responde a lo que percibe como la amenaza que representa un tercero para una relación que el considera valiosa, incluso en el caso de que ese tercero solo exista en la imaginación de la persona celosa. Como resumen: La envidia está conectada con el no tener mientras que los celos están conectados con el tener,
Muchos autores consideran que los celos se sitúan en esa zona gris que se extiende entre la salud mental y la locura. Dramas y tragedias a lo largo de la historia han sido atribuidos a los celos: asesinatos, agresiones, odio, complejos, depresiones, intentos de suicidio, violencia o problemas conyugales.
El dicho popular: “cree el ladrón que todos son de su condición” nos representa la idea de los celos proyectados, que son aquellos que derivan de la infidelidad que uno mismo comete o de un impulso a cometerla que ha sido reprimido. Si se ha sido infiel, o se ha sentido la tentación de serlo, es probable que se “proyecte” esa infidelidad sobre su compañero inocente, es decir, piense que el también lo haría. Le echará al compañero la culpa de lo que usted hizo o quiso hacer, y reaccionará ante la amenaza proyectada poniéndose celoso.
Muchos de los que se describen como celosos, incluso teniendo motivos reales para sentir celos, tienen tendencia a pensar que estos son un rasgo de su personalidad, y no una emoción que están experimentando. No dicen: “Estoy sintiendo celos porque mi esposa tiene un amante”, sino “Estoy sintiendo celos porque soy una persona celosa”. La primera respuesta implica que el problema es fruto de la situación y por tanto se puede resolver, mientras que la segunda implica que el problema es fruto de su personalidad y, por lo tanto, lo considera mucho más difícil de solucionar.
Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, distinguía dos clases de celos:
- Los celos infantiles, fraternales, que surgen como consecuencia de la competencia entre hermanos por los cuidados de la madre y que no tienen nada que ver con la sexualidad, sino que están relacionados con el deseo de atención.
- Los celos sexuales, que son siempre patológicos, y representan la proyección que se hace sobre la pareja de nuestro propio conflicto interior.
Los celos no son una idea sino que en realidad se trata de dolor producido por el miedo. Freud mantenía que los celos están compuestos por la suma del dolor causado por el pensamiento de que se está perdiendo a alguien a quien uno ama, del dolor provocado por el hecho de constatar que no podemos tener todo lo que queremos, del sentimiento de enemistad contra el rival y por ultimo del sentimiento de ser responsables de esa pérdida.
También mantenía que los celos arraigan principalmente en acontecimientos infantiles asociados con el complejo de Edipo
Edipo y Electra son héroes de la mitología griega. Edipo, sin saberlo, mata a su padre y se casa con su madre. Electra amaba a su padre y odiaba a su madre, que lo traicionó y provocó su muerte. Según Freud, todos los niños experimentan de alguna manera el dolor de Edipo y de Electra. El niño se “enamora” de su madre, la niña se “enamora” de su padre, pero ambos se enfrentan a un rival poderoso: el niño a su padre, la niña a su madre. El niño teme la ira de su padre si descubre que su hijo desea a su esposa y para superar ese miedo se identifica con el. La niña envidia la posición de la madre y se sobrepone de esa envidia identificándose con ella. El dolor ante la pérdida, la impotencia, el odio contra el rival que los niños experimentan cuando “pierden” en su triángulo amoroso, quedan grabados en sus psique y reaparecen en la edad adulta cuando se encuentran inmersos en un triángulo amoroso semejante.
Otros investigadores dentro del ámbito del Psicoanálisis piensan que el origen de los celos podría remontarse a nuestras primeras semanas de vida. El bebe experimenta angustia, impotencia y miedo al abandono cuando hambriento llora y su madre no acude a atenderlo.
Los celos se han considerado, muy erróneamente, como un ingrediente que añade sabor al amor y que son una prueba del mismo. La realidad es bien distinta, quien siente que los celos son un ingrediente inevitable del amor, está condenado a sufrirlos porque de alguna forma a nivel subconsciente comunica a su pareja que los celos operan en el como un interruptor en sus expresiones de amor.
Cuando se tienen celos: ¿De quién se tienen? : En un triángulo amoroso, donde por ejemplo hubieran dos hombres y una mujer, y uno de los hombres estuviera celoso, ¿de quien estaría celoso: del otro hombre o de la mujer? No cabe duda de que el hombre celoso quiere mantener su exclusividad sobre la mujer, pero con ello no queda claro quién es el objeto de sus celos, si la mujer que supone posee en exclusiva o el hombre rival que amenaza con robarle a la mujer.
Hombres y mujeres reaccionamos de distinta forma ante los celos y como consecuencia de ellos. Los psiquiatras suelen diagnosticar los celos masculinos como fenómenos psicóticos extremos con síntomas paranoicos, obsesivos y actitudes agresivas, que suelen tratarse con neurolépticos, mientras que los celos femeninos se consideran casi siempre como neuróticos, con comportamientos histéricos y depresivos, con un componente de intensa culpabilidad que se tratan con antidepresivos o ansiolíticos. Para las mujeres la fidelidad es un valor, mientras que para los hombres la principal causa de infidelidad es el aburrimiento sexual. El objeto de los celos por parte de un hombre es siempre su pareja, mientras que para una mujer el objeto de sus celos son siempre las otras mujeres. Los hombres sufren de celos sexuales (lo peor para ellos es que su pareja se acueste con otros) y las mujeres celos emocionales (no soportan la idea de que su pareja se enamore de otra).
Nadie esta exento de, en un momento determinado, sentirse víctima de un ataque de celos que perjudique su bienestar y equilibrio emocional. Para reponernos a esa situación la formula es comunicarle claramente al otro, cuyo comportamiento ha generado nuestros celos, las conductas que nos hacen sentirnos celosos. Se trata de saber qué ocurre en realidad y de cotejarlo con nuestra percepción, que perfectamente puede ser errónea.
Los mejores instrumentos para superar el desencuentro y los celos son, por un lado, la confianza, el contacto amoroso y el dialogo continuo con la pareja, y por otro, trabajarnos la confianza en nosotros mismos y potenciar nuestra autoestima.
“En los celos hay más amor propio que amor.”