La Culpa frente a la Vergüenza
De la misma forma que tendemos a confundir la Empatía con la Simpatía y la Envidia con los Celos, creemos que la Culpa y la Vergüenza no sólo son sinónimos, sino que dan nombre a una misma emoción.
Podríamos decir que la diferencia que existe entre la Vergüenza y la Culpa sería la misma que existe entre los conceptos “soy malo” (que correspondería a la Vergüenza) y “he hecho algo malo” (que reflejaría un sentimiento de Culpa). Expresado de otra forma: la Culpa nos dice que “hemos cometido un error” mientras que la Vergüenza nos dice que “somos un error”
Cuando nos sentimos avergonzados instintivamente tendemos a defendernos culpando a alguien o a algo de ser el origen o causante de aquello que ocurrió que nos hizo sentirnos así. Por el contrario, cuando ante una situación en la que pensamos que hemos fallado reaccionamos disculpándonos o tratamos de resolverlo asumiendo nuestra responsabilidad, es la Culpa la que nos mueve a ello.
La Vergüenza desencadena una serie de respuestas corporales como son calor en el rostro, imposibilidad de sostener la mirada, opresión en el pecho, aceleración del pulso, vacío en el estómago e incapacidad para expresarnos. Tenemos la sensación de hacernos cada vez más pequeños e insignificantes mientras que quienes nos rodean se hacen más grandes, más fuertes y peligrosos. Es como si nos encogiéramos, lo cual es real ya que instintivamente encogemos brazos y piernas tratando de protegernos y de pasar desapercibidos.
Las emociones son simplemente “sentires” que se nos despiertan, y por ello no son ni buenas ni malas. Si decidiéramos aplicar un
La Humillación es otro concepto que solemos confundir con Vergüenza. El doctor en psiquiatría Donald F. Klein, de la Universidad de Columbia, explica la diferencia entre estos dos conceptos a través de su afirmación: “creemos que nos merecemos nuestra vergüenza, pero no creemos merecer una humillación”.
Cualquier situación cotidiana podemos vivirla de una forma u otra, con Vergüenza o Humillación, dependiendo del concepto que tengamos de nosotros mismos, es decir, de nuestro nivel de autoestima. Supongamos, por ejemplo, que recibimos una reprimenda en público. Si al escuchar esas palabras reprobatorias comenzamos a pensar que somos unos fracasados, que tienen razón, que no merecemos la pena, significa que se nos ha despertado la Vergüenza. Si por el contrario comenzamos a sentir malestar hacia quien nos reprueba, pensando que es injusto lo que nos esta diciendo, estamos sintiendo Humillación.
Por ultimo, la Humillación no daña nuestra autoestima, precisamente porque al tenerla afianzada no nos permite sentir Vergüenza, como tampoco nos lleva a escondernos o a atacar culpando a otro, sino que nos refuerza en nuestros principios y nos permite mantener la claridad mental necesaria para subsanar, o rebatir, el error del que nos han acusado.
Paloma Hornos