Demuestran que los plaguicidas sistémicos
son una amenaza para la biodiversidad
Un nuevo estudio, que analiza más de 800 trabajos científicos publicados previamente, confirma que los plaguicidas sistémicos son un riesgo grave para las abejas y otros polinizadores como las mariposas y afectan a invertebrados como las lombrices y a vertebrados como las aves
Las evidencias respaldan la necesidad de replantear el modelo productivo para garantizar la seguridad alimentaria a largo plazo y establecer una regulación más estricta del uso de estos productos químicos
Los plaguicidas sistémicos o neonicotinoides son absorbidos por la planta, transportándose a todos los tejidos (hojas, flores, raíces y tallos, así como polen y néctar). Se utilizan cada vez más como un profiláctico con el que tratar suelos o semillas para evitar la plagas
SEO/BirdLife ha seguido una revisión de la literatura científica publicada en los últimos años sobre los plaguicidas sistémicos o neonicotinoides y afirma que están causando daños significativos a un gran número de especies de invertebrados beneficiosos y son un factor clave en el declive de las abejas. Según los autores del estudio, el uso de estos productos está teniendo un impacto similar al de los organofosfatos o el DDT (prohibidos precisamente por su impacto ambiental y sobre la salud) y el efecto va más allá de las tierras de cultivo. Lejos de asegurar la producción de alimentos, estos plaguicidas están amenazando la propia capacidad productiva a largo plazo, ya que reducen o eliminan los polinizadores y los controladores naturales de plagas, elementos clave del buen funcionamiento de los sistemas agrarios.
Este meta-análisis, el Worldwide Integrated Assessment (WIA), será publicado próximamente en el Journal Environment Science and Pollution Research. Su conclusión es que hay claras evidencias de que los plaguicidas sistémicos causan un impacto tan grave que exigen una imperiosa regulación de su uso.
Las aves agrarias están en declive
Para SEO/BirdLife, ésta es una prueba más de la degradación ambiental de los sistemas agrarios, detectada ya a través de sus programas de seguimiento de aves, que muestran un declive continuado de las especies comunes asociadas a los paisajes agrarios. Por ejemplo, la golondrina, Ave del Año de 2014, muestra una reducción de su población de más del 30% en la última década. Y otras,
Aunque la UE ya ha prohibido temporalmente el uso de estos productos en algunos cultivos, el problema tiene una escala global, y sería necesario empezar a trabajar en un cambio profundo del modelo agrario, reconectando los sistemas productivos a los ciclos naturales. Esto podría tener un impacto en los rendimientos por hectárea en ciertas zonas, pero igualmente acabaría reduciendo los costes crecientes en inputs y ofrecería más garantías de futuro sobre el suministro de alimentos. Cuestión que por otra parte requiere atajar también otros problemas como la distribución, el acceso y el desperdicio de comida, junto con los modelos de consumo y las dietas. Sea como sea, en cuanto a los neonicotinoides es evidente que debe aplicarse con más fuerza el principio de precaución.
Un modelo agrario más sostenible y extensivo permitiría distribuir mejor el empleo y las rentas, a la vez que conservaría los paisajes y la riqueza natural. Un reto difícil pero crucial. A pesar de que la nueva Política Agrícola Común (PAC) recién reformada por la UE no está orientada a este cambio de modelo, contiene herramientas que pueden ayudar a iniciar el camino. También puede contribuir la Directiva de Uso Sostenible de los Plaguicidas, que promueve la gestión integrada de plagas y la búsqueda de alternativas no químicas contra ellas.
Informacion facilitada por SEO/BirdLife